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Lenguaje y emoción en clientes bilingües

  • Dr. Francisco Flores
  • 23 mar
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 8 abr




El lenguaje influye profundamente en cómo experimentamos, procesamos y regulamos nuestras emociones. Esta relación se reporta con frecuencia en personas bilingües. ¿Significa esto que las diferencias en la intensidad emocional y la evocación de la memoria pueden afectar los resultados terapéuticos? A continuación, analizamos la relación entre el lenguaje y la emoción, explorando investigaciones psicológicas y neurocientíficas recientes y analizando sus implicaciones prácticas para los terapeutas.


El desapego emocional en una segunda lengua


Las personas bilingües suelen describir una sensación de distanciamiento emocional o una experiencia emocional menos intensa al usar su segunda lengua (L2). Este fenómeno, conocido como el «efecto lengua extranjera», sugiere que las experiencias emocionales resuenan con mayor profundidad en la lengua materna (L1) (Caldwell-Harris, 2014). La investigación respalda de forma consistente estas experiencias subjetivas.


Por ejemplo, con respecto a las respuestas fisiológicas, los hablantes bilingües muestran reacciones fisiológicas más fuertes, como una mayor conductancia de la piel, cuando se encuentran con palabras emotivas o lenguaje tabú en su primera lengua en comparación con su segunda (Harris, Ayçiçeği y Gleason, 2003; Eilola y Havelka, 2011).


Experimentos sobre interferencia atencional y emocional de Costa et al. (2014) demostraron que a las personas bilingües les resulta más fácil regular sus reacciones emocionales o ignorar las distracciones emocionales al procesar información en su segundo idioma. Esto significa que el contenido emocional presentado en un segundo idioma interrumpe menos la atención, lo que facilita que las personas mantengan la concentración cognitiva o la compostura ante estímulos con carga emocional.


Además, hablar un segundo idioma parece involucrar más regiones cognitivas y analíticas del cerebro (por ejemplo, la corteza prefrontal dorsolateral), moderando así los sesgos emocionales en la toma de decisiones.


Las investigaciones que utilizan fMRI demuestran una mayor activación de las regiones de control cognitivo cuando los bilingües toman decisiones con carga emocional en su segundo idioma, lo que resulta en decisiones más analíticas, racionales y utilitarias con sesgos emocionales reducidos, como la aversión a la pérdida (Keysar, Hayakawa y An, 2012; He et al., 2021).


Estos hallazgos refuerzan colectivamente la idea de que una segunda lengua puede servir como un amortiguador emocional, proporcionando distancia psicológica de las experiencias cargadas de emociones.


Codificación y recuperación de la memoria dependiente del lenguaje


La recuperación de la memoria depende en gran medida del contexto lingüístico. Las personas bilingües tienden a acceder a los recuerdos autobiográficos con mayor intensidad cuando el idioma en el que se evocan coincide con el idioma en el que se codificaron (Marian y Neisser, 2000); y los recuerdos de la infancia codificados en la primera lengua suelen contener mayor riqueza emocional en comparación con los recuerdos recuperados en una segunda lengua, que pueden parecer más distantes y emocionalmente atenuados (Eilola y Havelka, 2011).


Esto significa que las experiencias traumáticas o emocionalmente intensas, codificadas en un idioma, solo pueden ser plenamente accesibles en ese mismo idioma, mientras que recuperar estos recuerdos en un idioma diferente puede resultar en una menor intensidad emocional o incluso en un menor recuerdo de detalles específicos (Eilola y Havelka, 2011). Por eso, frases como una reprimenda de los padres o un término cariñoso en la lengua materna pueden desencadenar reacciones viscerales años después, ya que se codificaron junto con los sentimientos durante los años de formación. Por el contrario, un segundo idioma aprendido posteriormente podría no evocar automáticamente la misma respuesta amigdalina a menos que también se haya aprendido mediante una profunda inmersión emocional.


Esta memoria dependiente del lenguaje puede ser especialmente significativa en contextos terapéuticos, particularmente cuando tanto el cliente como el terapeuta son bilingües, ya que los terapeutas pueden descubrir material emocional más rico al hacer coincidir el lenguaje de la terapia con el lenguaje de los recuerdos del cliente.


Evidencia neurocientífica


La investigación neurocientífica revela perspectivas convincentes sobre por qué la intensidad emocional difiere entre idiomas. Los idiomas adquiridos tempranamente forman fuertes asociaciones neuronales con los circuitos emocionales del cerebro, en particular la amígdala y las estructuras límbicas, porque el lenguaje aprendido en contextos emocionalmente ricos se arraiga profundamente en los sistemas de memoria emocional (Caldwell-Harris, 2014). Por el contrario, las segundas lenguas aprendidas posteriormente, especialmente en entornos académicos o emocionalmente neutrales, muestran asociaciones más débiles con estos sistemas neuronales.


Además, estudios electrofisiológicos (por ejemplo, EEG/ERP) han demostrado que las tareas de etiquetado emocional en individuos bilingües provocan respuestas neuronales significativamente más débiles en el segundo idioma en comparación con el idioma nativo. Esta respuesta neuronal disminuida sugiere que el contenido emocional en un segundo idioma capta menos atención automática, lo que resulta en un menor impacto emocional inmediato (Wu et al., 2019).


Además, los estudios de resonancia magnética funcional revelan que la retroalimentación emocional (como las reacciones emocionales a las pérdidas en tareas basadas en riesgos o toma de decisiones) en el segundo idioma activan regiones de control cognitivo como la corteza prefrontal dorsolateral con mayor fuerza en comparación con el primer idioma, lo que sugiere un procesamiento emocional más analítico (He et al., 2021).


Diferencias hemisféricas


La investigación neurocientífica indica que la forma en que nuestro cerebro procesa el lenguaje emocional puede variar según si usamos nuestra primera lengua (L1) o una segunda lengua (L2) (Hinojosa et al., 2019). Normalmente, el procesamiento del lenguaje se gestiona predominantemente en el hemisferio izquierdo del cerebro, mientras que el procesamiento emocional se asocia más fuertemente con el hemisferio derecho (Gainotti, 2014). En el caso de la L1, que solemos adquirir en la infancia y está profundamente conectada con nuestras emociones, ambos hemisferios pueden colaborar, siendo el hemisferio derecho el que desempeña un papel más significativo en el procesamiento emocional relacionado con el lenguaje (Hull y Vaid, 2006). Como resultado, los clientes que hablan de temas emocionales en su primera lengua podrían experimentar estas emociones con mayor intensidad (Caldwell-Harris, 2014). Por el contrario, en el caso de la L2, que suele aprenderse más tarde en la vida y podría no tener la misma resonancia emocional, el hemisferio izquierdo suele dominar el procesamiento, lo que resulta en un enfoque más analítico que emocional (Briellmann et al., 2004). Este procesamiento analítico puede hacer que las conversaciones emocionales en L2 resulten menos intensas, lo que podría beneficiar a los clientes que requieren distancia emocional (Keysar et al., 2012). Sin embargo, recurrir a una segunda lengua para la expresión emocional también podría funcionar como una forma de evitación emocional (Dewaele, 2010).


Los estudios de neuroimagen respaldan aún más estas diferencias. Por ejemplo, estudios de resonancia magnética funcional (fMRI) han demostrado que las palabras emotivas en L1 activan preferentemente el hemisferio derecho, en particular regiones como la amígdala y la ínsula, fuertemente implicadas en el procesamiento emocional (Hinojosa et al., 2019). Por el contrario, al procesar contenido emocional en L2, estas mismas áreas presentan una activación reducida, mientras que las regiones del hemisferio izquierdo, como la circunvolución frontal inferior, asociada con la comprensión y producción del lenguaje, se vuelven más activas. Esta activación cerebral diferencial probablemente esté influenciada por la edad de adquisición del lenguaje y los contextos en los que se aprenden. Específicamente, la L1 se adquiere típicamente en entornos emocionalmente ricos, como las interacciones familiares, lo que lleva a una sólida participación del hemisferio derecho. Por el contrario, la L2, a menudo aprendida en entornos académicos, involucra más áreas de control cognitivo, reduciendo así la reactividad emocional y desplazando el procesamiento predominantemente al hemisferio izquierdo.


Perspectivas cognitivas sobre el lenguaje y la emoción


La psicología cognitiva proporciona una mayor comprensión del procesamiento emocional dependiente del lenguaje. Según Marian y Neisser (2000), el lenguaje actúa como un contexto interno o "mentalidad" que desencadena redes de asociaciones distintivas (recuerdos, marcos culturales y estados emocionales) propias de cada lengua. Esto concuerda con las teorías de los estados del yo y otras teorías como la de los Yoes Posibles (Markus y Nurius, 1986), que sugiere que las personas albergan múltiples autoconceptos, incluyendo los yoes deseados y temidos, influenciados por el contexto y la experiencia. Para las personas bilingües, cada lengua puede evocar un "yo posible" diferente: un yo en la L1 vinculado a la infancia, la familia y las emociones viscerales, frente a un yo en la L2 vinculado al entorno profesional, la independencia o una identidad más analítica. Por ejemplo, una persona bilingüe podría sentirse más vulnerable o auténtica al hablar su lengua materna, lo que refleja un yo en la L1 impregnado de experiencias emocionales tempranas, mientras que su yo en la L2 podría emerger como más distante o seguro en un contexto extranjero. Esta multiplicidad de identidades sugiere que el lenguaje no solo prepara recuerdos, sino que también construye identidades emocionales y cognitivas distintivas, lo que ofrece a los terapeutas una perspectiva para explorar cómo las autopercepciones de los clientes cambian entre idiomas durante las sesiones (Marian y Neisser, 2000; Markus y Nurius, 1986). En consecuencia, hablar un idioma podría evocar recuerdos y emociones acordes con esa identidad lingüística y cultural, lo que influye en cómo una persona se percibe a sí misma, sus respuestas emocionales y su bienestar psicológico general.


Además, las diferencias en el vocabulario emocional y los contextos culturales entre idiomas contribuyen a experiencias emocionales distintas. Por ejemplo, ciertas emociones pueden ser culturalmente específicas y carecer de equivalentes exactos en otros idiomas, lo que afecta la expresión y la percepción emocional. Las personas bilingües pueden evaluar la intensidad o la connotación de las mismas emociones de forma diferente según el contexto lingüístico, debido a sutiles diferencias en el significado, la intensidad emocional y la relevancia cultural del vocabulario emocional (Dewaele, 2010).


Además, las diferencias en el vocabulario emocional y los contextos culturales dan lugar a experiencias emocionales distintas en cada idioma, lo que subraya la importancia de explorar las expresiones emocionales de forma bilingüe en la terapia. Comprender este fenómeno permite a los terapeutas explorar y validar con sensibilidad las múltiples dimensiones lingüísticas y emocionales de sus clientes bilingües, enriqueciendo así las intervenciones terapéuticas.


Implicaciones para la práctica terapéutica


Comprender los matices emocionales entre la primera y la segunda lengua puede mejorar significativamente las intervenciones terapéuticas, especialmente para clientes bilingües. Cuando los clientes se sienten abrumados por emociones intensas, hablar de estas experiencias en su segunda lengua puede proporcionar la distancia psicológica necesaria para explorar con seguridad recuerdos y sentimientos dolorosos (Keysar et al., 2012). Por el contrario, si los clientes se muestran emocionalmente distantes o "apagados" al describir experiencias importantes, los terapeutas podrían animarlos a cambiar a la lengua materna para facilitar una conexión emocional más profunda, ya sea pensando o expresándose en la primera lengua (L1), y si el terapeuta no es bilingüe, intentar explicarlo en la segunda. Además, cuando los clientes bilingües recurren de forma natural a su lengua materna durante conversaciones con mucha carga emocional, esto puede indicar un profundo compromiso emocional o estrés (Zhou et al., 2020).


Por lo tanto, los terapeutas deben interpretar esto como una indicación de que el cliente está accediendo a material emocionalmente significativo. Como antes, incluso los terapeutas que no hablan la lengua materna del cliente pueden aprovechar esto invitándolos a expresar sus emociones en su lengua materna o a explicar el significado de palabras específicas, mejorando así la profundidad y la alianza terapéutica. Esto sería similar a la estrategia de etiquetado afectivo (simplemente expresar los sentimientos con palabras, lo cual activa los procesos del lóbulo frontal y disminuye la actividad de la amígdala). Al realizar este etiquetado o reevaluación en una segunda lengua, el efecto puede amplificarse, ya que pensar en una lengua no materna fomenta un procesamiento más sistemático y una reacción emocional menos intuitiva, actuando así como una forma de reevaluación cognitiva.


Ser consciente de lo anterior puede ser especialmente beneficioso en terapias centradas en el trauma, como la Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR). Tradicionalmente, la EMDR asume un contexto monolingüe; sin embargo, los recuerdos traumáticos suelen procesarse con mayor eficacia cuando se accede a ellos en el idioma en el que fueron codificados (Ateş-Barlas, 2022). Por lo tanto, las sesiones de terapia podrían potenciarse utilizando el lenguaje como un amortiguador para comenzar a procesar el material evitado o para animar a los clientes bilingües a utilizar el lenguaje de la codificación de recuerdos traumáticos, ayudándolos a procesar esos recuerdos en esas redes más profundamente arraigadas.


Los terapeutas bilingües que trabajan con clientes bilingües tienen oportunidades adicionales. La fluidez lingüística compartida permite a los terapeutas detectar con sensibilidad los cambios emocionales sutiles y facilitar una exploración matizada mediante la elección estratégica de los idiomas. Los terapeutas bilingües pueden ajustar el uso del lenguaje dinámicamente durante las sesiones, buscando equilibrar la intensidad emocional con la seguridad psicológica. Además, el bilingüismo compartido puede enriquecer la relación terapéutica al reconocer la identidad lingüística y emocional completa de los clientes, fomentando una relación terapéutica más sólida y de mayor confianza.


Los terapeutas que deseen aprovechar al máximo esto deben evaluar el historial lingüístico, la competencia lingüística, la fluidez emocional y el contexto de adquisición lingüística de cada cliente. Por ejemplo, los clientes que adquirieron una segunda lengua tempranamente y la usaron ampliamente en contextos emocionalmente significativos podrían no experimentar una distancia emocional significativa en la segunda lengua (Caldwell-Harris, 2014; Pavlenko, 2012). En última instancia, los terapeutas deben involucrar a los clientes en conversaciones abiertas sobre sus preferencias lingüísticas, haciendo preguntas como: "¿Le resulta más fácil expresar ciertas emociones en un idioma que en el otro?". Estas conversaciones pueden ayudar a adaptar la terapia de forma más eficaz, respetando las diferencias individuales y mejorando la eficacia terapéutica.


Referencias

Ateş-Barlas, A. (2022). Terapia EMDR para bilingües: Aprovechamiento de la diversidad lingüística para un mayor éxito terapéutico. Revista de Práctica e Investigación en EMDR, 16(1), 39–46. https://doi.org/10.1891/EMDR-D-21-00044


Caldwell-Harris, CL (2014). Diferencias de emocionalidad entre una lengua materna y una extranjera: Implicaciones teóricas. Frontiers in Psychology, 5, 1055. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2014.01055


Costa, A., Foucart, A., Hayakawa, S., Aparici, M., Apesteguia, J., Heafner, J. y Keysar, B. (2014). Tu moral depende del lenguaje: Una perspectiva bilingüe sobre dilemas morales. PLOS ONE, 9(4), e94842. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0094842

Dewaele, J.-M. (2010). Emociones en múltiples idiomas. Palgrave Macmillan. https://doi.org/10.1057/9780230289505


Eilola, TM, y Havelka, J. (2011). Respuestas conductuales y fisiológicas a las tareas emocionales y tabú de Stroop en hablantes nativos y no nativos. Revista Internacional de Bilingüismo, 15(3), 353–369. https://doi.org/10.1177/1367006910379263


Harris, CL, Ayçiçeği, A., y Gleason, J.B. (2003). Las palabras tabú y las reprimendas provocan mayor reactividad autonómica en una primera lengua que en una segunda. Psicolingüística Aplicada, 24(4), 561–578. https://doi.org/10.1017/S0142716403000286


He, Y., Naveh-Benjamin, M., y Bao, Y. (2021). La evidencia de fMRI revela sesgos emocionales en la toma de decisiones bilingües. Estructura y Función Cerebral, 226(5), 1405–1421. https://doi.org/10.1007/s00429-021-02244-x


Hinojosa, JA, Moreno, EM, y Ferré, P. (2019). Neurolingüística afectiva: Hacia un marco para la reconciliación del lenguaje y la emoción. Lenguaje, Cognición y Neurociencia, 35(7), 813–839. https://doi.org/10.1080/23273798.2019.1620957


Hull, R. y Vaid, J. (2006). Lateralidad y experiencia lingüística. Lateralidad: Asimetrías del cuerpo, el cerebro y la cognición, 11(5), 436–464. https://doi.org/10.1080/13576500600691162


Keysar, B., Hayakawa, SL, y An, SG (2012). El efecto de la lengua extranjera: Pensar en una lengua extranjera reduce los sesgos de decisión. Psychological Science, 23(6), 661–668. https://doi.org/10.1177/0956797611432178


Marian, V. y Neisser, U. (2000). Recuerdo autobiográfico dependiente del lenguaje. Journal of Experimental Psychology: General, 129(3), 361–368. https://doi.org/10.1037/0096-3445.129.3.361


Nagae, S. y Moscovitch, M. (2002). Diferencias hemisféricas cerebrales en la memoria de palabras emotivas y no emotivas en individuos normales. Neuropsychologia, 40(2), 1601–1607. https://doi.org/10.1016/S0028-3932(02)00018-0


Pavlenko, A. (2012). Procesamiento afectivo en hablantes bilingües: ¿Cognición incorpórea? Revista Internacional de Psicología, 47(6), 405–419. https://doi.org/10.1080/00207594.2012.743665


Silberman, EK, y Weingartner, H. (1986). Lateralización hemisférica de funciones relacionadas con la emoción. Cerebro y Cognición, 5(3), 322–353. https://doi.org/10.1016/0278-2626(86)90035-7


Wu, YJ (2019). Dinámica neuronal de la regulación emocional en bilingües: Un estudio ERP del etiquetado afectivo en primera y segunda lengua (Tesis doctoral).


Zhou, Q., Tao, A., Main, A. y Lee, C. (2020). ¿Por qué los bilingües cambian de código cuando están emocionales? Perspectivas de las interacciones entre padres e hijos. Emoción, 20(7), 1201–1213. https://doi.org/10.1037/emo0000625


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